La Región de La Libertad forma parte de un escenario sugestivo de naturaleza ypaisaje, donde existen evidencias rupestres cuyas connotaciones singulares no pueden pasar inadvertidas, constituyéndose en testimonios arqueológicos aún desconocidos en nuestro medio, a la cual no se le ha dado la debida importancia, así lo dejaba entrever el periodista Gustavo Álvarez Sánchez por los años de 1974, quien pregonaba la necesidad de tomar conciencia y la importancia de inventariar o tener un mapa de arterupestre para la región, entendía que el de cristalizarse constituiría por si ya en un importante aporte para ubicar con exactitud la existencia de pinturas rupestres,Petroglifos y Geoglifos, los que ubicarían a La Libertad en el primer lugar en el norte del país.
Los estudios arqueológicos hasta hoy reportados permiten tener una visión global de toda una composición evolutiva del hombre, encontrándose vestigios de ocupaciones que datan desde los 10 000 a.C. (Paijanense), en cuyo avance cronológico el hombre fue modificando espacios, intercambiando experiencias y asimilando nuevas modalidades, significativas para explicar que entre sus elementos integrativos, escogieron lugares temporalmente consagrados dentro de un orden especial, tanto para rituales de índole individual como comunitario, supuestamente movidos en respuestas a algún acontecimiento o fenómeno natural de trascendencia, estas concepciones fueron consolidándose en sociedades que tenían actividades estacionarias. Diversos testimonios arqueológicos distribuidos a lo largo de las vertientes y colectores de los ríos Jequetepeque, Chicama, Moche Virú y Santa, en su mayoría entre las laderas, donde la premisa del cerro estaría asociado a los elementos hídricos, muchos de estos vestigios manifiestan temporalmente actividad con las alteraciones hidroclimáticas.
Estas producciones rupestres entendidas como testimonios materiales propias del resultado y la continua concepción e interacción del hombre con su medio, fueron sedimentando esquemas que posteriormente se constituirían en corpus ideológico en sociedades más avanzadas que las sucedieron. Sin embargo su aparente disociación en cuanto a las representaciones gráficas cubren de dificultad para fecharlo, siendo vistas a grosso modo como una vieja tradición que perduró paralelamente a lo largo de los diversos momentos cronológicos. Se desconoce los cambios dialécticos y singularidades, que como elemento sacro permitió comulgar con las actitudes reverénciales hacia el ancestro y deidades que tenían que mediar con la naturaleza, se puede afirmar que estas convergían en un continuo y renovado conjunto de concepciones adheridas a mitos y leyendas de las cuales hoy solo quedan inmutables rocas que se resisten al silencio de los años y a la enorme distancia que nos separa con sus artífices. Las representaciones ideográficas por la cual el hombre perennizó suscreencias, ponen de manifiesto la interrogante a solucionarse sobre la función de estas rocas, cuyas superficies evidencian grabados aún difíciles de descifrar debido a que estas compenetraron y convivieron paralelamente con la mitología y el rito, dejando entrever que estas estaban dirigidas a reverenciar a sus principales deidades cosmogónicas.
Baile de la Marinera
Cada año, desde 1960 se celebra el Concurso Nacional de Marinera, organizado por el Club Libertad de Trujillo a iniciativa de Guillermo Ganoza Vargas. Dicho concurso se realiza la última semana de enero. La marinera es una danza que desciende de la zamacueca y de la mozamala. Era conocida también como chilena, hasta que el escritor huamachuquino Abelardo Gamarra (1850 – 1924) “El Tunante”, le dio el nombre de “marinera” como homenaje a la Marina peruana por su participación heroica durante la guerra con Chile.
La Marinera norteña se baila en pareja con vestimenta normalmente blanca. El hombre lleva sombrero de paja y pañuelo. La mujer descalza, luce vestido bordado. Si desea ver una exhibición de este baile lo puede hacer visitando las instalaciones del Restaurante El Sombrero, ubicado en la avenida Mansiche 267.
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